martes, 21 de junio de 2011

Comercio

La gente de la sierra se enfrenta a una vida difícil. Vive de la agricultura y, ocasionalmente, de la caza; no tiene luz eléctrica ni agua potable y, mucho menos, teléfono o televisión. En algunos lugares tampoco existe el dinero. Cuando necesitan comprar o vender, recurren al trueque: cambian un animal por maíz, fríjol o carne que, por cierto es escasa. La vida cotidiana transcurre en forma sencilla. Por las mañanas, los hombres se disponen a ir al campo; las mujeres preparan té o café aguado, frijoles o tortillas de maíz. No puede faltar la tradicional salsa de Chile. En ocasiones muy especiales, cuando hay suficiente dinero o una celebración importante, comen carne, lo que constituye en algunos lugares un verdadero rito.
No es raro que la cosecha se pierda por las lluvias torrenciales o las frecuentes heladas. Para compensar estas dificultades, muchos se dedican a la explotación de los bosques y aprovechar las diferentes especies de madera que aquí se dan, aunque a veces tampoco los beneficia directamente.
El suelo es profundo y fértil; allí se da muy bien el fríjol, la papa y la calabaza, buenos ingredientes en la dieta de los lugareños. Además disfrutan de manzanas, ciruela, tejocote, capulín y membrillo, favorecidos por los aires templados de la sierra.
Cuando de animales se trata, crían ovinos y caprinos en las partes altas y frías; caballos, asnos, mulas y puercos en toda la región. Por cierto, en la sierra no falta la gallina criolla, importante en la economía familiar. Y por último, hay indicios de la existencia de minerales; entre ellos el caolín y el fierro, e hidrocarburos, que pueden aumentar el potencial económico de la región, lo que redundaría en beneficio de los habitantes de estas empinadas laderas.
Producen chile, tomate, camota, papa, haba, maíz, fríjol, tabaco, café, caña de azúcar; maderas, ganadería vacuna, caprina, equina; caza y apicultores. La región se encuentra poblada por indígenas.
En las comunidades numerosas mujeres se dedican al arte en barro que decoran con tierras naturales, ocres y sepias. Los motivos son variados, e incluyen juguetería consistente en muñecas, toritos, caballos y esquilas, conjuntos de piezas como nacimientos, pequeños candelabros con figuras zoomorfas para los altares de difuntos o escenas cotidianas del campo, representan un arte de gran originalidad y profundo sabor indígena.